miércoles, 17 de agosto de 2011

Historia de un cántaro

Los tipos duros no bailan

oh, capitán, mi capitán



también fuimos soldados
















Sangre

los chicos están bien


No, hoy no vamos a hablar sobre las excelencias turísticas de Melilla, ni sobre la inmigración, ni sobre la muerte, ni sobre la Semana Náutica; hoy nos vamos a callar un poquito para no herir sensibilidades.

Shut Up & Sing (2006, Barbara Kopple y Cecilia Peck), que literalmente significa Cierra el pico y canta, es un documental que gira en torno a las desastrosas consecuencias que tuvieron unas declaraciones de la cantante de Dixie Chicks en las que criticaba a George W. Bush a poco de comenzar la invasión de Irak. Después de aquello, muchas emisoras de radio decidieron boicotear al grupo y no poner sus canciones; también hubo gente que exigió en tiendas de música que recogiesen CDs de ellas que habían comprado con anterioridad. Aunque pocos meses más tarde Dixie Chicks volvieron a recuperar la popularidad en Estados Unidos, coincidiendo con el desplome de la popularidad del presidente, las integrantes del grupo tuvieron que enfrentarse a una enorme presión mediática y a la hostilidad de sus conciudadanos, como si realmente hubiesen cometido un crimen. Sin embargo, el único crimen que cometieron fue hacer valer la libertad de expresión, para equivocarse o para no hacerlo, para que sus palabras resultasen más o menos agradables a oídos de los demás, eso da igual. Una situación así, que sólo parecía posible en la América de Bush, se da asimismo en otras partes del mundo.

Sé que lo anterior no significa demasiado para quienes seguís nuestro blog o para quienes hasta ayer nos leías en los periódicos de Melilla, pero para mí y para mis compañeros tiene especial relevancia porque ahora mismo nos vemos incapaces de escribir nada sobre lo que acabamos de ver y escuchar en algunas partes de esta ciudad. Hemos dado nuestra palabra de que, además de vídeos y pistas de sonidos, quizás también alguna foto (pero no todas las que hicimos), no íbamos a publicar una sola palabra en la prensa. Y así se hará. Estemos o no de acuerdo, nuestra palabra también es de ley. Sin embargo, nos gustaría dejar claro que disentimos, que nos parece injusto que a la amabilidad y la cortesía debida entre ciudadanos, sean civiles o militares, se pueda exigir un pago tan alto como el silencio.

Somos conscientes, pese a todo, de que posiblemente lo que pudiéramos haber dicho sería innecesario o bobo o injusto.

Durante la guerra de Vietnam, Susan Sontag aceptó una invitación a Hanoi pese al descrédito que luego le traería en su propio país. A raíz de aquel viaje, escribió una de sus piezas más decepcionantes, en la que al principio describía sus intenciones de denunciar las acciones imperialistas de Estados Unidos y progresivamente iba desinflándose, a medida que descubría, con una profunda decepción, lo mucho que echaba de menos a sus amigos neoyorquinos y lo ingenuos que encontraba a sus guías vietnamitas, con quienes no podía hablar ni de literatura, ni de cine, ni de filosofía… Sin saberlo, ella misma cayó en una forma de imperialismo, sólo que de tipo cultural, no militar.

No sé si nosotros ahora deberíamos estar contentos porque ya no vamos a correr los riesgos que corrieron los miembros del grupo Dixie Chicks o Susan Sontag, de lo que estoy seguro es de que en la piscina, haciendo el canelo, nos lo vamos a pasar mucho mejor que escribiendo un sesudo artículo en torno al ejército en Melilla.

accidente aéreo