El Faro de Melilla
Domingo, 14 de Agosto de 2011. Hilario J. Rodriguez.
EN MELILLA UNO DEBE HACER UN CURSO INTENSIVO PARA APRENDER CIERTAS COSAS. NOSOTROS HICIMOS EL NUESTRO AYER, PARA APRENDER QUÉ ES UNA NAVE GOLONDRINA Y CÓMO SE LO PASA LA GENTE DURANTE LA SEMANA NÁUTICA.
−¿Qué demonios es una nave golondrina? –nos preguntábamos los dos por lo bajo, sin que nadie más se diese cuenta, para que así nadie pudiera pensar que éramos marinos inexpertos.
La verdad es que bastaba con echarnos un vistazo para darse cuenta de que era nuestra primera experiencia en un brete de tal magnitud. Yo, por ejemplo, llevaba botas de trekking, pantalones largos y una camisa de Pull and Bear que posiblemente era lo único que no desentonaba demasiado, porque el resto de la gente iba preparada con el equipito reglamentario, como si aquello lo hubiesen vivido antes y fueran algo así como unos grandes veteranos.
No sé por qué, la situación me hizo recordar algunos de los paseos campestres que suelo hacer con amiguillas en Guadalajara. Puede que también entonces me sienta algo descolocado. Siempre me da la sensación de ser un marciano fuera de lugar, sólo por pretender ir natural a todas partes, al lado de gente a la que no le falta ni una cantimplora (previendo perderse en el desierto de Gobi) o una navaja multiusos (por si tienen que luchar contra un gran oso montañés o marino). Al final, no obstante, pienso que son los demás los que son marcianos con escafandra, aunque es una cuestión de perspectiva, como casi cualquier cosa.
¡Vaya!
Lo que más me gustó a mí fue lo que menos le gustó a Cayetano: la música que amenizaba el ambiente, con canciones de Madonna, sevillanas (que tatareaba todo el mundo) y algunos temas instrumentales que podrían haber servido de banda sonora para una película de la Pantera Rosa. Me sentí como un chiquillo, Cayetano se sintió como un personaje de una película de Woody Allen. Afortunadamente, los dos pudimos reírnos, yo de lo bobo que soy y Cayetano de lo desgraciado que se siente a veces.
Algo que pudimos constatar, eso sí, es que el mar o la mer (en francés) a los melillenses les encanta, y a nosotros nos encanta que les encante, que os encante. Varias personas nos dijeron que les relajaba, que les hacía olvidar el día a día, que les borraba el estrés… Incluso quienes nos confesaban cierto temor a que las aguas los engullesen (y ahí Cayetano les daba la razón) sonreían con inocencia.
Ah, y en lo referente a la nave golondrina, ahora sabemos que se trata de una nave de paseo que suele llevar a marineritos de tierra adentro, como nosotros, para hacerlos sentir en adelante que allí donde la tierra acaba y comienza el mar el mundo es más ancho y maravilloso.